La nada como forma de vida. Como slogan. Como manera de llegar a algo. La nada del silencio para poder pensar. La nada desinfoxicada. Lo que es un nada de nada.
La nada es necesaria. Necesaria para saber en qué parte estás del todo. Necesaria para seguir girando entre las masas y tomar rumbo. La nada, si la escuchas, te empuja hacia el mundo. Te dice que vuelvas antes de irte, te hace moverte tras haber parado. Y, cada poco, te incita a volver. A acurrucarte a su lado y desconectar.
Todos tenemos nadas. Momentos plagados de nadas sin pensamientos, dueños de movimientos autónomos e inconscientes, de ojos perdidos en el punto fijo del baldosín, de abstracción mayúscula con un silencio minúsculo. La nada como forma de hacer cosas sin hacerlas. Cosas que nos gustan o que no significan nada, cosas que somos capaces de ejecutar, salvajes, implacables, sin plantearnos el por qué de tenerlas que hacer. La nada está justo ahí, en el cuarto vaso del fregadero cuando friegas mirando la esquina abstracta por la que se va el agua concreta. En el capítulo repetido de Los Simpson que ya no ves sino recuerdas. En la quinta vez que miras el reloj sin ver la hora. En el trayecto ausente que recorres hasta casa saltando entre pensamientos y flotando sobre semáforos rojosverdes. En la paz a gritos de una piscina mientras flotas antes de las bombas. En aquel silencio de iglesia que precede a las lecturas corintias. En ese momento en el que el sueño del vencido te cierra los ojos pero tú, inconsciente, aún quieres abrirlos. Pero no es nada.
2 Comments
Como me gustaron siempre estas reflexiones. Tan complicadas y a la vez tan simples.Tanto como pensar en «nada» 😉
Ireeee! Que pensar en nada parece fácil, pero no! Sobretodo cuando se te cierran los ojicos!