Me sale ahora por que se ha muerto Suarez y leo tweets que dicen só y tweets que dicen arre y yo mismo no sé que decir. Mi batiburrillo ideológico mental me pide pensar en los hombres de lo político como las personas asilvestradas que hoy queremos ver en el Congreso. Siempre tiendo a pensar que hay algo más allá del llevárselo crudo y el arrimar el ascua a mi partido. Argumento, cuando urge tocar la trompeta matademagogos, que una clase política no suele ser más que el reflejo de lo que es su sociedad. Y nuestra sociedad está, aún partida por una Guerra Civil que nos persigue por que las dos partes, la una derrotada y la otra encumbrada, siguen sin asumir el perdón sin la venganza (la una) y el reconocimiento del daño causado durante 50 años sin la vergüenza propia (la otra).
Es como si no tuviéramos nación por que esto nació muerto el día que Suarez y los suyos tiraron carretera «alante» con la esperanza de que todo eso se olvidara con un aquí no ha pasado nada y a la siguiente pago yo, nano. Pero España, que lleva sin una figura común desde los Reyes Católicos más menos, con su carácter, ni olvida, ni perdona, ni reconoce el daño. No lo hacía la España en la que vivía Suarez y esta, la que estamos montando nosotros, los nuevos en la película, no sabe ni lo que tiene que hacer.
Para eso hace falta una labor de educación a nivel de país que, siendo sinceros, en este país no se ha permitido nunca por que, de nuevo, no se pusieron de acuerdo para explicarnos, bien, objetiva y sinceramente, qué cojones es España. Es decir, qué cojones era España antes de esos 50 años que dividieron el país, las almas y los sentimientos.
Quizá por eso, ahora, cuando leo tweets que hablan de que la democracia no es pasar por delante de el féretro de un Presidente del Gobierno, pienso que sí. Que la democracia, en España, debería ser eso: Reconocer que una figura como la de Suarez, repleta de sombras, soles y olvidos, es lo mejor que le podría pasar a la nueva España que debería llegar. Toda nación necesita de un pasado reconocible en común para convertirse en nación. Todo grupo necesita de unos mitos propios y venerados por una gran mayoría para, a partir de ahí, construir su propia escala de valores.
Suarez, sin ser un gran experto en su vida, obra y filiaciones, hizo lo que en 50 años no había hecho nadie: legalizó el partido comunista y no se levantó ante Tejero. Viniendo desde dentro hizo lo que todos los de fuera no lograron conseguir hasta que Franco, exhausto, cansado, con todos los nudos atados y empantanados, dijo un ahí nos vemos y expiró. Por eso, quizá, hoy deberíamos de haber pasado todos por delante del féretro, reconociendo en las lenguas del estado que hagan falta que gracias al Señor Suarez tenemos hoy mucho más de lo que ellos tenían. Y sin que tuviéramos que volver a pintarnos la cara de rojo y facha para pelear por ser el más español entre los españoles. Que, visto lo visto, ya es mucho.
Habla ahora y comenta para siempre. No me seas tímido...