Creo que no pasa un día, ni casi una tarde, en la que no hable con alguien de periodismo, de comunicación, de plumillas u otros alquimistas de la palabra. Es normal, hasta cierto punto, que la relación con los medios o el futuro futurible de la comunicación centre conversaciones: Microbio es comunicación y publicidad, así que nosotros hablamos mucho de eso. Casi todo el rato.
Pero no es que se hable entre tintos de verano de comunicación, en general, sino más bien de periodismo en particular. Como que la gente no entiende tu profesión, ni lo que implica ni nada. Es decir, que el periodismo ya no es pero la comunicación es más que nunca. Se ha perdido por el camino el concepto de información como algo relevante, necesario para el completo desarrollo de un ciudadano. Es decir… ¿Son los periodistas culpables del estado de desinformación o es el ciudadano el que prefiere vivir desinformado? Como periodista, me gustaría hacer corporativismo del barato y decir que no, que la culpa es del otro, una excusa que es tan española como inútil. Podría decir que el periodista solo cumple órdenes y trata de adaptar la confusa y vertiginosa realidad al día a día ocupado del lector, oyente o telespectador. Podría, pero sería absurdo: si eres periodista sabrás que no, que en realidad, muchas veces, coges la declaración más rimbombante para los veinte segundos de audio o las tres líneas entrecomilladas. Sabrás, o deberías saber, que en ocasiones no sabes cuál es la verdadera importancia de lo que escuchas ni su trascendencia. Sabes tan poco del sector que te toca cubrir (por que cada día es uno) que no puedes (o no quieres) profundizar en el tema, investigar el contexto de la noticia y darle al lector algo con sustancia.
Esta adoración de los medios a la actualidad (como si la actualidad fuera un Cronos cabreado con hambre de notas de prensa y «breves») ha marcado el periodismo en los últimos años como un mantra absurdo e incomprensible. «Rellena el periódico, da la noticia del segundo y continúa tu camino». Es el periodismo que hemos vivido y aprendido, un periodismo descontextualizado, un periodismo de información dura y espectacular en el que se primaba (y se prima) la actualidad (¿?) y la contextualización ha desparecido del mapa en los medios tradicionales.
Las ganas de los medios de dar de comer al troll (y el troll somos nosotros) ha convertido al periodista en un mero mueve papeles que lleva un teletipo de un formato al otro. Un copypasteo absurdo que, en realidad, engaña no sólo al lector, sino al jefe mismo: un buen software siempre será más objetivo y colocará mejor una noticia en su sección que un periodista. Ellos copian mejor y, además, sin pausas, cafés ni cigarrillos para comentar lo que se nos va la vida, se nos va.
Entonces, me pongo a imaginar e imagino un periodismo completo (como ya se ve en medios de internet), un periodismo de la explicación, del contexto, del «tocho». Un periodismo sin «pajotes» (así llamábamos nosotros los textos de relleno, por que sí, por que había un hueco y no había nada que poner) en el que los espacios estén aprovechados y no rellenados.
Imaginen, por ejemplo, que un día llega un nuevo novísimo presidente del Gobierno a nuestra piel de toro y exige a todos los periodistas no que no haya preguntas en sus ruedas de prensa sino que las respuestas que el presidente de sean siempre reproducidas de forma íntegra. Es decir: que si vas y le preguntas sobre la relación hispano-china, y te la responde, no podrás poner un total que diga «Todo bien y los chinos molan», sino un total completo, con la respuesta que el entrevistado (no deja de ser eso) ha dado. Con todo lo que eso implique.
Obviamente, en ese supuesto influye el hecho de que no hay político (por desgracia) al que le guste poner los hechos en contexto: el contexto mata la tergiversación y, además, exige un conocimiento profundo de las cosas, algo que tampoco gusta. Pero imagínenselo: ¿Creen que los periodistas que salen hoy (y, nosotros, hace años) de las carreras están preparados para el contexto? ¿Están preparados para informar realmente a un ciudadano de la verdadera realidad de las cosas?
Por que el contexto es importante y la actualidad nos hace más estúpidos de lo que ya somos. El contexto nos ayuda a entender una noticia, a conocer círculos de poder, a poner en relación y a establecer un pensamiento crítico con respecto a algo. Y esa es la base de una sociedad consciente, educada e informada: si cada vez que hablas de política con alguien él se encona en sus políticas de partido, en su «realidad de las cosas» no es por que sea un capullo integral (que también puede ser) sino por falta de alguien que contextualice de forma creíble. Si, como sociedad, no sabemos dónde está la verdad y dónde la media mentira, estaremos abocados a una información absurda y a una población estúpida. Si los medios ponen en portadas las caras de supuestos asesinos sin presuntos ni información, si sólo se dejan llevar por el teletipo rápido y la declaración rimbombante, si no contextualizan y ponen todas las piezas del puzzle frente al lector, este se formará una opinión sesgada, que es lo mismo que tener una opinión estúpida.
La realidad ha cambiado. Irremediablemente. Me suelo mostrar muy pesado, pesado nivel «este tío está loco», con el hecho de que internet lo cambia todo de una forma que ni imaginamos. Y quizá los periodistas seamos los más afectados en esta disrupción: la forma en que se consume la actualidad es otra, la forma en que el público se informa es otra y la información que requiere el público es otra. Podremos buscar nichos de información altamente especializada, para ciudadanos altamente especializados. Podremos ver cómo los núcleos de poder asociados a los medios van variando lentamente, desplazándose hacia medios más nuevos, que buscan en internet (el medio más caliente que existe) un repaso a la información fría, detallada, contextualizada. Podremos ver, en los próximos 10 años, como el periodismo que conocemos varía y se transforma. No puede ser de otra forma: periodistas convertidos en medios, medios convertidos en departamentos especializados, periodistas que curan el contenido para dejar la actualidad a parte (eso ya lo tienes en Twitter, el muro de FB o dónde toque) para centrarse en la prospección, los hipervínculos relacionados a hemerotecas digitales, los cronogramas interactivos, los vídeos con contenido enriquecido sobre temas candentes para que puedas hacerte una idea del todo sin priorizar el ahora.
Podremos ver muchas cosas, pero no sabemos cómo serán. Por que también podremos ver cómo los grandes medios nos dan más pan y más circo y como la audiencia mayoritaria lo acoge con esa absurda felicidad indiferente tan de la masa, cómo la información deportiva se centra en el corazón, obra y milagros de un tío musculoso para dejar de hablar de resultados o tácticas. Podremos ver cómo los medios se sectorizan aún más, empobreciendo sus redacciones, su factor humano y convirtiéndose en replicantes que sólo replican lo que quieren, malformando la realidad y descontextualizando a la sociedad. Y más cuando piensas que el periodismo, al igual que su amiga la política, está dirigida por personitas que, sin valorar la información y ni lo que implica, sólo buscan resultados, a corto plazo, entre la estupidez de su propio público. Por que, por desgracia, parece que el periodismo es una profesión que, cada vez más, tiene menos profesionales.
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Resaca de reflexión patrocinada por esta lectura: El día que Snowden se presentó al mundo
3 Comments
Me cago en la leche, qué abrazo te daba ahora mismo si pudiera
Me lo anoto, para leer (si puedo)
Déjese de abrazos y póngase unos copazos! Que es como se han hablado toda la vida las cosas bien! 🙂 Gracias por leerlo, señor!