Hoy es la primera vez que veo la tele más de dos horas seguidas en los últimos meses. Ver de entender. Como el oir y el escuchar. He estado con la Fórmula 1, que es otra de las cosas que me marca el paso de los años: el momento en que los coches me vuelven a ocupar los domingos a la prudencial hora del mediodía. Quizá sea lo único que he visto en los últimos tiempos en la caja tonta. Ahora se me pasan los días en el portatil, poniendo series a go-go –viciadísimo con Fringe, tocando de lejos House of Cards– y leyendo como un loco.
Me doy cuenta de que me gustan demasiadas cosas. Pero como que me parece un síntoma general del hoy: todo es lo más, el mejor libro, la mejor serie, la mejor estafa o corruptela. Estoy intentando rebajar mi entusiasmo desaforado por las cosas pasajeras. Estaría bien poner en claro qué es lo más de lo más que he leído en los últimos tiempos pero leer tanto -sobre todo por internet- quizá esté anestesiando un poco los recuerdos de lo bueno por que de casi todo se puede sacar algo bueno.
Me quedo, como siempre últimamente, con Jot Down: He leído varias entrevistas que me han gustado, entretenido, hecho aprender: desde la de Loquillo a la de Vestringe. Creo que todos los tios querríamos llevar dentro un Loquillo: alguien con pintas de dejar huérfanos y embarazadas mientras pasea honesto y seguro por la noche más sórdida. Lo de Vestringe es otro rollo aunque esa vida de personaje límite que ha tenido enriquece a cualquiera que sepa mirar más allá de las palabras.
He cambiado el blog pero me pierdo entre el CSS. Me faltan aún cosas por modificar pero quería algo así: simplificarlo al máximo y olvidarme de SEO, de cosas bonitas, de todo lo que me paso el día leyendo y aprendiendo: no quiero marketing, ni calltoaction ni pollas en vinagre. Lo quiero para escribir, algo que quiero hacer siempre y que, al final, sólo hago por trabajo. Y no. Otra cosa es que, por fin, lo cumpla.
Le meto mucha chicha al Spotify. Probablemente sea el dinero mejor invertido del mes, el que pago por tener música a go-go. Aún así, llevo un tiempo que no encuentro nada nuevo que me reviente los tímpanos. Será lo poco ortodoxo de mis gustos, que han pasado del Reguetton de Calle 13 a Las Bodas de Fígaro en un mismo mes y sin despeinarse. Y entremedias, paradita gore con Daft Punk.
Me he leído varios libros interesantes últimamente: La Conquista de la Felicidad, de Bertrand Russell me dejó encantado por su tranquila exposición de lo obvio. Russell te dice que él intenta ser así y que así deberías ser si quieres, al menos, ser feliz y no terminar por darte cuenta un día de que todo es una puta mierda. Y eso pasa. Y hoy mucho más. El hoy es un tiempo complicado de vivir para la mayor parte de la población por lo que comenzar a pensar un poco en general, sopensando, no nos puede hacer mal.
Hay personas que son incapaces de sobrellevar con paciencia los pequeños contratiempos que constituyen, si se lo permitimos, una parte muy grande de la vida. Se enfurecen cuando pierden un tren, sufren ataques de rabia si la comida está mal cocinada, se hunden en la desesperación si la chimenea no tira bien y claman venganza contra todo el sistema industrial cuando la ropa tarda en llegar de la lavandería. Con la energía que estas personas gastan en problemas triviales, si se empleara bien, se podrían hacer y deshacer imperios. El sabio no se fija en el polvo que la sirvienta no ha limpiado, en la patata que el cocinero no ha cocido, ni en el hollín que el deshollinador no ha deshollinado. No quiero decir que no tome medidas para remediar estas cuestiones, si tiene tiempo para ello; lo que digo es que se enfrenta a ellas sin emoción. La preocupación, la impaciencia y la irritación son emociones que no sirven para nada. Los que las sienten con mucha fuerza pueden decir que son incapaces de dominarlas, y no estoy seguro de que se puedan dominar si no es con esa resignación fundamental de que hablábamos antes.
Vivimos inmersos en una dictadura de la actualidad, del presente, que no nos deja reaccionar. Russell va un poco por ahí: toma perspectiva, relativiza, pone en conjunto, disfruta. Es jodido hacerlo y más con esa contínua presión de lo noticiable que nos hace caer en el todo vale. Quizá por eso no veo la televisión.
También he leído Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa. Costoso para mi en los principios, fue una decepción inicial (¿en serio la conversación es en un bar llamado La Catedral y no en una Catedral?) para convertirse en una sorpresa enorme conforme avanzaba el tanto por ciento leído. Su forma de mezclar, de entretejer conversaciones, personajes y tiempos me resultó tan extraña e inentendible como necesaria conforme vas leyendo más: si no lo hace así, no se entendería lo grande del proyecto, la inmensa complejidad del argumento que expone Llosa. Quizá en esa complejidad influya en un principio los virajes propios de lenguaje peruano, plagado de «bulines» y otros giros que, al comienzo, hacen que no sepas ni dónde estás.
—¿Sabe lo que son las tres líneas? —el señor Vallejo lo miró con picardía—. Lo que los norteamericanos, el periodismo más ágil del mundo, sépalo de una vez, llaman el lead. —Te hizo el número completo —dijo Carlitos—. En cambio a mí Becerrita me ladró escribe usted con las patas, se queda sólo porque ya me cansé de tomar exámenes. —Todos los datos importantes resumidos en las tres primeras líneas, en el lead —dijo amorosamente el señor Vallejo—. O sea: dos muertos y cinco millones de pérdidas es el saldo provisional del incendio que destruyó anoche gran parte de la Casa Wiese, uno de los principales edificios del centro de Lima; los bomberos dominaron el fuego luego de ocho horas de arriesgada labor. ¿Ve usted? —Trata de escribir poemas después de meterte en la cabeza esas formulitas —dijo Carlitos—Hay que ser loco para entrar a un diario si uno tiene algún cariño por la literatura, Zavalita.
En un mes o así me mudo y la cosa se pone interesante: encontrar un piso con el presupuesto actual va a ser un verdadero reto en el que cuadrar necesidades e intenciones. Encontrar casa es como hacer un recorrido por las miserias del ser humano: visitar pisos andrajosos por cantidades inimaginables o conocer a caseros insidiosos y estúpidos es una de las tareas que más le apetecen a alguien en la vida. Junto con la de destrozarse las pelotas a garrotazos.
Habla ahora y comenta para siempre. No me seas tímido...